En los últimos años, la industria de la lubricación ha experimentado una transformación significativa. Un cambio que no ha llegado de golpe, pero que es cada vez más evidente: los lubricantes sintéticos están dejando de ser una opción premium para convertirse en una solución habitual en muchos sectores industriales. Y no es casualidad.
Este avance responde a tres necesidades clave: mejorar la eficiencia operativa, reducir costes a largo plazo y avanzar hacia un mantenimiento más sostenible. Pero también está empujado por la experiencia acumulada: cada vez más responsables de mantenimiento comprueban por sí mismos los beneficios reales que ofrecen los sintéticos.
¿Qué ventajas reales ofrecen los sintéticos?
Hace poco, un cliente me contó su experiencia tras cambiar a lubricantes sintéticos. Al principio, dudaba por la inversión inicial, pero tras meses de operación, notó una bajada en el consumo de aceite, menos desgaste en los componentes y una reducción de las paradas de mantenimiento. La inversión inicial que tanto temía se había traducido en ahorro solo por la reducción de paradas y la mejora en eficiencia.
Y no es un caso aislado. La mayor estabilidad térmica, la resistencia al desgaste y la capacidad para operar bajo condiciones extremas convierten a los sintéticos en una opción cada vez más extendida. Además, permiten prolongar los intervalos de cambio de aceite, lo que en sectores cada minuto de inactividad cuesta dinero, esta ventaja marca la diferencia.
¿Y los aceites minerales?
¿Siguen teniendo su sitio los aceites minerales? Por supuesto. No podemos ni debemos enterrar todavía a los lubricantes convencionales. En muchas aplicaciones siguen cumpliendo perfectamente su función. Hay entornos donde las condiciones de trabajo no son especialmente severas o donde el precio inicial pesa mucho más en la decisión de compra. En esos casos, los minerales siguen siendo una opción viable.
Además, dentro del mundo de los aceites minerales, existen alternativas más respetuosas con el medio ambiente: los lubricantes regenerados. Obtenidos a partir del reciclaje de aceites usados, permiten reducir el impacto ambiental sin comprometer demasiado el rendimiento, especialmente cuando se trata de bases del grupo II y III.
Según datos de Portal Lubes, en la última década la capacidad de las plantas de regenerado ha crecido con Norteamérica y Europa Occidental a la cabeza. Y lo más interesante es que un alto porcentaje de las bases regeneradas actuales pertenecen a los grupos II y III, lo que demuestra que la calidad ha mejorado sustancialmente.
No obstante, regenerado o no, hablamos aún de aceite mineral. El verdadero punto de inflexión lo marcan los lubricantes sintéticos, por sus propiedades superiores y su versatilidad técnica.
Beneficios tangibles que ya no son promesas
Los beneficios de los lubricantes sintéticos se traducen en mejoras reales que los usuarios ya están comprobando en su día a día:
- Mayor vida útil de los equipos.
- Menos cambios de aceite y menos residuos.
- Reducción de fallos inesperados.
- Ahorro económico a medio y largo plazo.
- Menor huella ambiental.
En sectores como la automoción, la aeronáutica o la industria, el salto cualitativo de los sintéticos ya no es discutible. Lo que hace unos años era una apuesta atrevida, hoy es casi una recomendación técnica.
¿Y el futuro?
Hace poco lancé una pregunta en redes: ¿estamos ante el fin de los aceites minerales? El 58% respondió que sí, mientras que el 42% defendió que los aceites minerales seguirán teniendo su espacio.
Pienso que esta división de opiniones refleja que estamos en una fase de transición, donde conviven distintas realidades. En un comentario se indicó que “nuestra generación no verá el fin de los minerales”, y tiene razón. Hay sectores y entornos donde el cambio aún no es viable ni necesario.
No obstante, no tengo dudas en que los sintéticos seguirán ganando terreno. No porque estén de moda, sino porque los datos, la experiencia y la lógica técnica apuntan en esa dirección. Veremos.